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La especialista del Hospital Quirónsalud Bizkaia alerta sobre los riesgos de usar chanclas o sandalias sin sujeción en verano
Rozaduras, deformidades, sobrecargas musculares o incluso dolor crónico son solo algunas de las consecuencias de no elegir un calzado adecuado, especialmente en verano
A las puertas del verano, los pies se liberan de los calcetines y buscan calzado fresco y cómodo. Pero no siempre se elige bien. Según datos de la Asociación Española de Podología, más del 70% de las personas ha sufrido alguna vez problemas en los pies derivados de un uso inadecuado del calzado. Desde la Unidad de Pie de Podoactiva del Hospital Quirónsalud Bizkaia, la podóloga Elena López Gaspar destaca la importancia de tener en cuenta ciertos aspectos clave a la hora de escoger el tipo de zapato más adecuado para cada momento.
«Cuando elegimos mal un zapato, estamos favoreciendo la aparición de patologías como la fascitis plantar, los juanetes, dedos en garra o sobrecargas musculares», explica la especialista. «Todo esto puede derivar en dolor crónico y limitar la calidad de vida del paciente».
El riesgo del «calzado de verano»
Las sandalias sin sujeción, las chanclas tipo «flip-flop» o el calzado excesivamente plano son los grandes enemigos del pie durante el verano. «Son muy perjudiciales, ya que el pie va casi suelto y se genera una gran inestabilidad. Eso obliga a los dedos a hacer un esfuerzo extra para sujetar el calzado al caminar, lo que puede provocar sobrecargas musculares en el pie y en la pierna», detalla Elena López Gaspar.
Además, el uso continuado de zapatos con tacones altos o puntera estrecha «puede favorecer deformidades como los juanetes y aumentar el riesgo de dolor plantar. Este tipo de calzado debe reservarse solo para ocasiones puntuales», añade la podóloga.
¿Qué debe tener un buen zapato?
Para cuidar los pies y evitar lesiones, desde Quirónsalud Bizkaia recomiendan que el calzado cumpla estas condiciones:
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Buena sujeción en el talón y en la zona delantera. Es importante que el contrafuerte (la parte trasera que envuelve el talón) sea rígido, no blando, para ofrecer estabilidad y evitar movimientos excesivos del pie.
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Material transpirable y flexible.
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Suela con cierta amortiguación.
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Ligeramente más alto en la parte trasera que en la delantera (evitar suelas completamente planas).
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Que se adapte al movimiento natural del pie al caminar.
«El calzado debe permitir que el pie se mueva de forma natural, propulse bien desde el suelo y amortigüe adecuadamente el impacto. Eso es lo que previene muchas patologías comunes como la fascitis plantar, que es una de las más frecuentes y dolorosas», señala la especialista en Podología.
La podología preventiva, cada vez más habitual
Elena López destaca también un cambio positivo en los hábitos de la población: «Cada vez acuden más personas al podólogo no solo cuando tienen dolor, sino de forma preventiva. Nos consultan para resolver dudas y evitar futuros problemas. Y eso es una excelente noticia, porque nos permite actuar antes de que aparezca una patología».
«Cuidar la salud de los pies es esencial para mantener una buena movilidad y calidad de vida. Elegir el calzado adecuado es una forma sencilla de prevenir muchos problemas. A veces, hacer pequeños cambios en nuestro día a día marca una gran diferencia», concluye la podóloga.